Hay perfumes que parecen prometer la eterna felicidad. Caminamos tras ellos, seducidos por su aroma, convencidos de que, si tan solo los poseemos, nuestra vida estará completa. Pero el viento se los lleva, y con ellos, la ilusión de permanencia. Así seguimos buscando una fragancia capaz de colmar nuestros deseos… sin advertir que la buscamos en el lugar equivocado.
“La felicidad no se encuentra en la búsqueda de placeres.”
DALAI LAMA
En este tercer episodio de Lungta, Lama Tony Karam propone una distinción que corta de raíz muchas de nuestras creencias sobre la felicidad. Habla de la diferencia entre la felicidad hedónica, construida sobre lo que recibimos del mundo, y la felicidad genuina, que nace de lo que somos capaces de aportar a él.
La primera, la hedónica, se alimenta del logro, el placer y la seguridad. Es real y, en ocasiones, necesaria, pero su naturaleza es inestable: depende de que las condiciones externas se mantengan favorables. Está íntimamente ligada a lo que el budismo denomina los ocho intereses mundanos, que rigen buena parte de nuestras decisiones y estados emocionales:
- Ganancia – El deseo de obtener bienes, beneficios o logros materiales.
- Pérdida – El rechazo o temor a perder lo que se posee.
- Placer – El anhelo por experiencias agradables, sensoriales o emocionales.
- Dolor – La aversión o miedo hacia el sufrimiento, la incomodidad o el malestar.
- Elogio – La búsqueda de reconocimiento, halagos o aprobación de otros.
- Crítica – El rechazo o malestar ante la desaprobación, el reproche o la censura.
- Fama – El deseo de prestigio, estatus o buena reputación social.
- Deshonra – El miedo a la humillación, la pérdida de respeto o el olvido social.
Mientras nuestra paz dependa de ganar este juego de atracción y rechazo, nuestra felicidad será tan frágil como el aroma de una flor que se abre solo por la noche.
La felicidad genuina, en cambio, no depende del capricho de las circunstancias. Según Lama Tony, se cultiva con disciplina mental y apertura compasiva, con ética, sabiduría y atención plena. No se marchita ante la pérdida, la crítica o la soledad, porque no está atada a lo que recibimos: florece desde lo que damos.
Esta diferencia no es abstracta: redefine la forma en que habitamos el mundo. Dejar de medir nuestro bienestar según los ocho intereses mundanos no significa renunciar a lo bueno del mundo, sino liberarnos de la obligación de necesitarlo para sentirnos completos. Es aprender a disfrutar del perfume efímero de las cosas sin depender de él para vivir.
En un tiempo que celebra la gratificación inmediata y convierte la visibilidad en medida de éxito, la propuesta de Lama Tony es radical: dejar de mendigar felicidad a lo externo y empezar a generarla desde dentro. Porque lo que nace de un corazón y una mente entrenada y lúcida no se desvanece: permanece, incluso cuando todo lo demás se derrumba.
🎧 Escucha el episodio aquí: https://open.spotify.com/episode/3zf0UqPoOQkoqhPCMGhQP7