Antes de meditar o recibir enseñanzas, nos preparamos con diversos preliminares para calmar la mente y alcanzar un estado mental adecuado. Uno de estos métodos es la meditación de la respiración, donde inhalamos y exhalamos naturalmente, manteniendo un ritmo equilibrado. Contamos nuestros ciclos respiratorios y hacemos pausas, logrando así relajarnos y alcanzar una mente neutral y tranquila.

La postura en la meditación es de suma importancia para cultivar una mente clara y enfocada. Al sentarnos para meditar, procuramos mantener una posición erguida y relajada, con la espalda recta pero sin tensión. Esto permite una buena circulación de la energía y nos ayuda a mantenernos alerta y despiertos durante la práctica. Además, colocamos las manos en una posición cómoda en el regazo. Una postura estable y equilibrada favorece la concentración y facilita el flujo de la energía vital, proporcionando una base sólida para nuestra meditación. Durante la práctica, ajustamos nuestra postura para mantener la concentración. Si nos sentimos pesados o decaídos, elevamos la mirada y la cabeza; si estamos inquietos o descontrolados, bajamos la mirada y nos enfocamos en la región umbilical.

Una vez que nos encontramos una buena postura y la calma, reafirmamos nuestra motivación para meditar o aprender. Reconocemos que estamos aquí para adquirir herramientas prácticas que mejoren nuestras vidas y nos liberen de dificultades. Nuestro propósito va más allá del entretenimiento o lo intelectual; buscamos un desarrollo espiritual significativo para beneficiar a todos los seres. En la práctica del Dharma, es esencial ser realistas y no esperar resultados inmediatos o milagrosos. Entendemos que habrá altibajos en nuestro camino, pero nos mantenemos firmes y perseverantes en nuestra dirección sin desanimarnos. Es por ello que una vez conseguida cierta estabilidad en la práctica, se trae a la mente los cuatro pensamientos que orillan la mente a la liberación:

  1. Valorar nuestra preciada vida humana: El primer pensamiento que orilla la mente al despertar es reflexionar sobre el valor y la singularidad de esta preciosa vida humana que hemos obtenido. El nacimiento humano es considerado extremadamente raro y valioso en el budismo, ya que nos brinda una oportunidad única para avanzar en el camino espiritual y liberarnos del sufrimiento. La vida humana ofrece las condiciones y las capacidades para el crecimiento espiritual, el entendimiento profundo y la búsqueda de la verdad. Es una oportunidad excepcional para alcanzar la iluminación y beneficiar a uno mismo y a los demás. Reconocer y apreciar la importancia de esta existencia humana nos motiva a utilizarla de manera significativa y constructiva.
  2. Reflexionar sobre la muerte y la impermanencia: El segundo pensamiento es meditar sobre la naturaleza transitoria y efímera de la vida. Nada en este mundo perdura para siempre, y nuestra propia vida también está destinada a terminar en algún momento. La meditación sobre la muerte y la impermanencia nos ayuda a comprender que nuestras valiosas oportunidades actuales no serán eternas, lo que nos impulsa a aprovechar el tiempo y las oportunidades para cultivar la sabiduría y la compasión mientras aún podemos. La reflexión sobre la impermanencia también nos permite soltar el apego a las cosas mundanas y apegarnos menos a lo transitorio, lo que nos ayuda a trascender el sufrimiento causado por aferrarnos a lo efímero.
  3. Comprender las leyes del karma y causa y efecto: El tercer pensamiento se centra en reconocer la ley del karma y del causa y efecto. Según estas leyes, nuestras acciones tienen consecuencias y repercusiones en nuestras vidas presentes y futuras. Cada elección y acción que tomamos, tanto física como mentalmente, tiene un impacto en nuestra realidad y en la forma en que experimentamos el mundo. Al ser conscientes de que nuestras acciones determinan nuestras experiencias, somos motivados a cultivar acciones virtuosas, compasión y sabiduría. Así, podemos crear un futuro más positivo y constructivo tanto para nosotros como para los demás.
  4. Reconocer los inconvenientes del samsara: El cuarto pensamiento es reflexionar sobre la naturaleza cíclica del samsara, que es el incesante ciclo de renacimientos. En este mundo, estamos sujetos a diversas formas de insatisfacción y dificultades, como el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, así como a la incertidumbre y la insatisfacción en nuestras relaciones y experiencias. El samsara es un estado de existencia caracterizado por la confusión y el sufrimiento arraigados en la ignorancia. Al reconocer los problemas inherentes al samsara, nos inspiramos a buscar la liberación y la iluminación, que es la forma de liberarnos del ciclo de renacimientos y alcanzar la verdadera paz y felicidad duradera.

Estos cuatro pensamientos, al ser meditados y comprendidos profundamente, nos ayudan a orientar nuestra mente hacia el camino del Dharma, que busca la liberación del sufrimiento y el beneficio de todos los seres.

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